
Vanagloriada por las
lisonjas; cálida por la acción radiante de un inesperado sol de
media noche; en apariencia imbatible como un baluarte galo, y al
mismo tiempo, anhelante de que el acoso no concluya jamás; imaginé
que tal vez, perturbada en tu equilibrio íntimo, y finalmente,
dispuesta a manejar este advenimiento furtivo.
Posada, dulce
posada; morada, dulce morada; equilibrio caótico con principio y
final; sorprendido, embriagado y finalmente cautivo; temeroso como un
niño a la conclusión del periodo estival; un halcón presa de
una paloma; abrumado por esta realidad virtual; agraviado en las
profundidades de tu sensual frialdad; dolido como un rey espartano
por el desaire de una Helena de Mátrix que no reconoce señor;
realidad insólita: un abismo dentro de un agujero negro.
Y tú… Impasible;
radiante de luz habitas en el mar de la tranquilidad; capaz de vivir
en equilibrio desde sabe dios cuantos otros abismos lejanos, hasta la
gravedad infinita de mi propio agujero negro; y por fin reconozco tu
precioso rostro, y no es otro que el de una canalla coetánea.